¡Como nos cuesta aceptar nuestra naturaleza humana! Estamos siempre esperando cambiar algo en nosotros y, más frecuentemente aún, que el otro cambie… que la vida cambie, que la sociedad cambie… siempre esperando que mañana las cosas se transformen en lo que nos gusta y apetece. Dentro llevamos una crítica casi permanente de cómo somos y de cómo son los demás. Es muy importante aceptar nuestra naturaleza tal cual es.
Cada uno de nosotros es único y especial, con características humanas muy marcadas desde pequeño; si no estamos de acuerdo con nuestras peculiaridades, pasamos la vida luchando contra nosotros mismos. En ello va una cantidad enorme de energía, malgastada. Nuestras características son las que son, no hay nada que hacer.
Si no las aceptamos, sería como decir de un perro: “Es una monada, pero tiene un defecto terrible: ¡ladra!” O cuando decimos de un gato que nos encanta, pero, ¡horror!, caza pájaros y ratones. Cada naturaleza tiene sus cualidades, y sin ellas no sería esta manifestación de Dios que es.
Cuántas veces pensamos: “Cómo pude decir esto”, “Mientras siga haciendo esto, soy un desastre”, “No valgo nada mientras sea así”, etc. etc. En lugar de tratar de cambiar nuestra naturaleza innata, en lugar de querer ser otra persona, podríamos ir un paso más allá. Darnos cuenta que estas formas de ser conforman nuestra personalidad, y si por un lado traen consecuencias que no nos agradan, por otro seguramente nos han aportado muchas cosas. Dejar de pelear con este lado nuestro, aceptarlo, ya que en algún punto de nuestra vida sin duda nos fue útil. En algún momento de nuestra vida hemos visto a alguien actuando de esta manera y nos impresionó. A menudo lo hemos confundido con un poder real y verdadero. Y lo hemos copiado, adoptado como nuestro.
Más frecuentemente todavía, nos horroriza algún aspecto de nuestra pareja, amigo, pariente. Queremos a la persona, pero AQUELLO, ¡no hay quien lo aguante! O se trata de alguien que no nos gusta para nada. No llegamos a conseguir ver nada válido en aquella persona. Cuando este alguien nos importa, pasamos tiempo tratando de que cambie, le criticamos, le decimos cómo debería ser, lo insoportable que es… Queremos que se amolde a nuestros esquemas, a nuestras apetencias. Naturalmente, es tiempo perdido. Aún queriendo, la persona difícilmente podrá adaptarse a nuestras expectativas. Y si lo hace es peor: se queda resentida, enfadada y nos devolverá de alguna forma la crítica, la infravaloración.
¿Qué hacer con todo esto? Te propongo un serio ejercicio de aceptación, que puede ensanchar tu capacidad de amor un buen pedazo. Por este camino no hay salida, así que busquemos otro. Es un trabajo práctico, sencillo y bonito. Pero más allá de la parte psicológica, recuerda que esta persona es algo más que estas cualidades. Que dentro de él/ella o de mi mismo habita un ser sin mácula ni imperfecciones, energético y divino, inalcanzable para cualquier limitación de la personalidad. ¡Conecta con esta parte del otro!
Ejercicio de aceptación:
Coge unos folios, bolígrafo y siéntate tranquilamente durante un tiempo. Haz una lista de las personas que te importan, con las que quisieras alcanzar un buen entendimiento. Dedica una hoja a cada uno, escribiendo su nombre en la página.
Ahora, divide la página en dos lados. De un lado coloca todo lo que te gusta de esta persona, sus cualidades, los detalles que ha tenido contigo, los momentos en que habéis conectado. Sé generoso, describe estos momentos y lo que has sentido. No sigas adelante hasta no terminar este paso.
A continuación, escribe del otro lado de la página las cualidades que no te agradan de esta persona. Descríbelas bien y anota también lo que sientes cuando estas características aparecen. Recuerda los momentos más difíciles y en especial cuando no conseguiste manejar la situación. No olvides de anotar tus sentimientos.
Cuando hayas terminado, subraya la característica o situación que más te moleste.
A continuación, recuerda si en tu niñez o adolescencia pasaste por algo similar, a lo mejor con alguna figura de autoridad, padre, madre, hermano mayor, tíos, abuelos, profesor… Recuerda como sentiste lo mismo en aquella ocasión. Date cuenta, entonces, que esta “herida” es anterior al momento en que conociste a la persona cuyo nombre encabeza la página. Piensa que esta persona surgió en tu vida para ayudarte a ver esta vieja herida y sanarla. Energéticamente, esta persona fue atraída a tu vida por la misma energía que emana de tu “herida” psicológica. Esta persona está en sintonía con ella.
Una vez que hayas conseguido hacer esta conexión, imagina como será tu vida si esta persona nunca cambia este comportamiento. Será así toda la vida… ¿Cómo se te ocurre que puedas manejar esta situación, de forma que no siga molestando? Cuando lo encuentres, habrás comenzado a sanar tu herida, a curarla y cuidarla. A partir de ahí, te dejará de molestar el comportamiento en cuestión, poco a poco.
Cuando lo tengas claro, puedes hacer lo mismo con los demás “defectos” de la persona, sanando al tiempo tus recuerdos dolorosos del pasado y tus reacciones automatizadas.
¡Buena suerte!
Foto de portada: CarballodeTroya
Me encanta Marly Kuernez. Tuve la gran suerte de conocerla hace unos años. En el hospital donde yo trabajaba entonces, contrataron un grupo de personas para que impartieran unos talleres al personal. Mi primer taller fue con ella y no lo olvido. Desde entonces me dedico a mi desarrollo personal. Ella fue la primer persona que toco mi fibra y me descubrio, lo que yo me venía preguntando mucho tiempo atrás ( quien soy, de donde vengo y que hago aquí) intuía que detrás de esta materia corporal tenía que haber algo más. Muchas gracias querida Marley. Me encantaría saber si sigues impartiendo talleres y conferencias en Madrid y donde, para volver a contactar contigo. De nuevo mil gracias.