Normalmente, vamos formando una imagen mental de las personas que conocemos. Las encasillamos en un molde u otro, según el juicio que formamos sobre ellas. Luego, nos cuesta mucho sacarlas de este molde. Casi sin darnos cuenta, acabamos focalizando nuestra atención en un aspecto unilateral de aquella persona, lo que dificulta ver sus otros aspectos y cualidades.
En verdad, somos capaces de juzgarnos a nosotros mismos y a los demás sin saber ni remotamente porqué una persona actúa de una determinada forma y no de otra. No solemos conocer ni los datos más básicos: no sabemos lo que ha marcado aquel ser humano, todo por lo que ha pasado, lo que le duele… ¿Conocemos acaso la influencia de los innúmeros ancestros, del nacimiento, de la forma en la que está configurado el inconsciente, lo que se ha grabado en el cuerpo a lo largo de la vida, lo que la mente ha seleccionado y registrado? Si tuvieras toda esta información, entonces podrías emitir un juicio. Y seguramente si tuvieras toda esta información, probablemente es cuando no lo emitirías…
Lo mismo pasa con uno/a mismo/a… ¡También somos resultado de innúmeros y variados factores, que influyen en nuestro comportamiento y gustos, en nuestras decisiones! Tú también estás condicionado/a por lo que te ha impresionado, por lo que tu sistema nervioso registró como fundamental para tu supervivencia, por la información que has recibido de la humanidad como un todo. Con este batiburrillo de información, te mueves por la vida y de esta mezcla brota tu carácter y gran parte de tu forma de actuar.
Una vez conformada tu personalidad, sacas conclusiones sobre el papel que te corresponde. De esto resulta una imagen mental de ti mismo/a. También te encasillas en un molde, que pasa a ser tu referencia. Si consideras que pudiste responder a las demandas de tu entorno, si has podido dar la imagen que se espera de ti, si lograste alcanzar tus metas, si la sociedad en la que vives y la familia en la que naciste te han aprobado, si eres popular entre los amigos, si tienes el trabajo y el estatus que exiges de ti mismo, el balance de todo ello será positivo y tendrás una auto imagen que te enorgullece y satisface. Si, por el contrario, el resultado te parece malo, deficiente o desastroso, tendrás una autoimagen que te va a dificultar ser feliz y estar satisfecho/a con tu vida.
De las expectativas que creamos depende en gran medida nuestra felicidad. Según el cariño y el respeto que crees merecer y según tu juício sobre tu aspecto físisco, así conformas esta “imagen referencia”, que es tu apoyo y también tu prisión. Si tu rol es aceptada socialmente, te quedas apegado a él. A veces nos encontramos muy cómodos, lo que nos impide ir más allá y explorar mejor nuestro potencial, con miedo a perder la aceptación o el respeto social que hemos logrado. También podemos estar muy incómodos con nuestra autoimagen: puedes llegar a creer que no das la talla, que has fracasado, que no te mereces nada, que eres feo/a, que los demás no te quieren ni te respetan, que has fracasado. Según sea tu autoimagen, vas a creer que mereces castigo o premio, desprecio o respeto, odio o amor. No es posible ser feliz sin autoestima.
También hay sorpresas: muchas veces los demás te ven de una forma completamente distinta a la tuya. Crees que los demás tienen tus mismos criterios, tu misma forma de pensar, ¡pero no es así! Además, hay un detalle importante: la imagen que los demás forman de ti, ¡también va a depender de lo que ellos piensan de si mismos y de sus propias exigencias! No siempre van a ser objetivos, pues estamos todos condicionados por nuestras creencias.
Conclusión: Nuestra autoimagen evidentemente, está sesgada por juicios creados por las experiencias de vida de cada uno. Pero hay una gran noticia: ya que todo es tan relativo y no hay un juicio absoluto, ¡¡¡la imagen que tienes de ti mismo y de los demás puede ser transformada!!! Al cambiar tu autoimagen, cambia tu criterio sobre la totalidad de la vida. Al cambiar la imagen del otro, cambia completamente lo que piensas de él o de ella… Esto es posible y además necesario para que podamos evolucionar como personas y acercarnos a una vida más amorosa y completa. No estamos condenados a seguir sintiéndonos limitados y pequeños, ¡podemos ir más allá! Para esto está el trabajo pesonal.