La proyección es sin duda, el abc del trabajo personal y del crecimiento interno. Hasta que una persona no se da cuenta de que todo lo que percibe, absolutamente todo, son procesos internos que ocurren dentro de uno mismo, no va poder acercarse a la gran sabiduría interna y al amor que puja por manifestarse. Al tiempo, descubre que “echar balones fuera” (culpabilizar a los demás o al mundo de lo que estás sintiendo) es una absoluta pérdida de tiempo y de energía.

Nuestros sentidos nos traen información de fuera, una información ya limitada, pues cubre solamente una pequeña parte del todo, sólo lo que pueden captar los censores. ¡Los datos ya vienen incompletos! Como quien sube por un ascensor y sólo puede ver el andar donde se encuentra; no puede percibir todos los niveles del edificio a la vez. Luego, no puede conocer la altura del edificio. Una vez que la información sensorial es recibida, el cerebro le da un significado personal. Le va a dar un sentido u otro, según los valores y filtros que cada persona ha ido acumulando a lo largo de su vida. Por lo tanto, la misma información perceptiva será interpretada de forma completamente distinta, según los filtros por los que tiene que pasar. Por eso, la interpretación de cualquier hecho es totalmente personal y subjetiva.

Estás proyectando cuando te confundes y crees que la conclusión subjetiva de este proceso interno es objetiva, es la realidad. No ves la totalidad, ves solamente tu punto de vista. Ni siquiera consideras lo que pasa dentro del otro, das por hecho que las cosas son como tú las ves y las sientes. Cuando te cruzas con un vecino y adviertes una cara seria en él, piensas: “está preocupado, o le habrán hecho algo, o tiene problemas conmigo”… En realidad, el vecino simplemente está pensando cual medio de transporte va a tomar para llegar a una cita… ¡Has proyectado fuera tu proceso interno!

Proyectar significa simplemente ver fuera lo que está dentro. Al proyectar, estás tiñendo al mundo de tus apreciaciones personales y subjetivas, dando por hecho que todas las personas sienten y piensan como tú. Interpretas lo que ves ahí fuera como si fuera algo ajeno a ti, cuando tu experiencia está siendo generada en tu interior, basada en tus propios filtros subjetivos. ¡Es tuya y nada más que tuya! Y a menudo culpabilizas a las personas y al mundo desde esta subjetividad, responsabilizándoles de tus sentimientos.

Para ilustrar lo que es una proyección, vamos a transcribir un cuento sufi, que muestra exactamente su significado.

“Había una vez un anciano que pasaba los días sentado junto a un pozo a la entrada del pueblo. Un día, un joven se le acercó y le preguntó: -“Yo nunca había estado en este lugar… ¿Cómo son los habitantes de esta ciudad?” El anciano le respondió con otra pregunta: – “Cómo son los habitantes de la ciudad de la que vienes? – “Egoístas y malvados, por eso me siento feliz de haber abandonado aquel lugar.” -“Así son también los habitantes de esta ciudad”, respondió el anciano. Poco después, otro joven se acercó al anciano y le hizo la misma pregunta: -“Acabo de llegar a este lugar, ¿Cómo son sus habitantes?” El anciano de nuevo contestó con la misma pregunta: -“¿Cómo son los habitantes de la ciudad de donde vienes? – “Son buenos, generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Tenia tantos amigos, que me ha costado mucho abandonar aquel lugar.” – “También los habitantes de este lugar son así”, respondió el anciano. Un hombre que había llevado a sus animales a beber al pozo y que había escuchado la conversación, le preguntó al anciano: -“¿Cómo puedes dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta hecha por dos personas?” -“Mira, – le respondió – cada uno lleva el universo en su corazón. Quién no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco aquí lo encontrará. En cambio, aquel que tenia amigos en su ciudad, encontrará también aquí amigos leales y fieles. Porque las personas son lo que encuentran en sí mismas. Encuentran siempre lo que esperan encontrar. “