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Cuando pregunto a una persona qué es lo que quiere de la vida, la contestación suele ser casi siempre: “quiero ser feliz”. Ante la pregunta de qué es ser feliz para ti, la respuesta varía, aunque por regla general gira alrededor de paz, equilibrio, amor, una pareja.

Ante la cuestión de qué impide esta felicidad, casi la totalidad de las personas apunta hacia las circunstancias de su vida: los padres, el marido/la mujer, una circunstancia familiar, una perdida o enorme injusticia vivida en algún momento, dificultades sociales, la falta de medios económicos, el jefe, la falta de trabajo o un trabajo que no le gusta, la salud… Siempre hay una circunstancia externa que nos roba la felicidad, hay siempre una lista de razones muy graves, muy serias, pesadas o trágicas causando dolor, rabia o desequilibrio.

Cuesta mucho trabajo darse cuenta de que no es así… No son las circunstancias externas las que provocan nuestra felicidad o infelicidad. Más bien estas circunstancias las usamos como disculpa  para estar en un estado de ánimo doliente. La verdadera razón está en nuestro interior, nuestra visión de la vida contiene una malentendido fundamental que provoca la falta de amor, el no conseguir ubicarse en este mundo ni encontrar la verdadera razón de vivir.  Y este malentendido fundamental trae como consecuencia las circunstancias puntuales de las que nos quejamos. ¡Es lo mismo, pero al revés! La forma en que vemos las cosas y las tomamos es lo que provoca nuestro estado de ánimo, no las cosas en sí. Por esto es tan común ver dos personas tener la misma vivencia, pero reaccionar de manera completamente diferente.

 

Linda Wisdom

 

Hay personas que tuvieron un accidente en carretera y a partir de ahí no consiguen subirse a un coche sin angustia y ansiedad; en cambio otras, tienen un accidente pero siguen usando el coche tranquilamente: simplemente no han registrado el hecho como un trauma(*).

Evidentemente, no tenemos el poder de controlar todo lo que nos pasa. Nuestro destino sigue sus propios derroteros. Pero sí tenemos el poder de controlar nuestra actitud hacia todo lo que pasa, en todos los terrenos de nuestra vida y en cualquier circunstancia. Siempre que tengamos el enfoque adecuado. De hecho, no hay buenos ni malos destinos.

Conocí un hombre cuyo status en la vida a todos les parecía envidiable: dinero, poder, éxito, fama.  Una familia aparentemente perfecta, todos guapos, bien vestidos, sonrientes, cultos. Sin embargo, al conocer las entretelas de su vida aparecía la sorpresa: stress, insatisfacción, hijos con una rebeldía sorda y autodestructiva, amantes. La realidad no correspondía para nada a la presunta imagen social ideal.

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En cambio, tuve un paciente cuya vida parecía una película de terror: malos tratos, violación, problemas de salud, mala situación económica. El problema que traía este hombre a mi consulta era simplemente formal..  Su actitud era tranquila, vital, no había rencor, vivía el momento presente con gratitud y alegría. De hecho, podía enseñarme mucho más él a mí, que yo a él. ¡Cómo engañan las apariencias(**)! Hagamos esta semana el ejercicio de ver más allá de la fachada.

 

Ejercicio – procura ir más allá de lo visible. El mundo es un palacio de espejos: sólo percibimos lo que nos informan los sentidos. Busca lo que está por debajo de lo que las personas muestran, de lo que las circunstancias parecen ser.  Mira a las personas desde otro lugar: trata de observar sus gestos, su lenguaje corporal, si todo ello corresponde a lo que dice o quiere demostrar. También observa lo que ocurre en tu vida desde una perspectiva distinta: qué mensaje me trae esto, que hay por debajo de este hecho, qué me puede enseñar esta aparente incomodidad, obstáculo, pérdida, como también suerte, facilidad…

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(*)Trauma – es una experiencia de vida que pasa a constituir una grabación que produce angustia, ansiedad incontrolable. El  inconsciente normalmente se fija en una imagen, algo que ha visto en el momento en que ocurrían los hechos. También puede ser, a veces, un determinado sonido, olor, tacto o sabor. Esta información perceptiva trae a la superficie toda la información emocional aprendida en el momento de la vivencia.

 

(**)Apariencias –  una de las vías para madurar está en ir más allá de la fachada. Los niños, cuando ven una máscara, se asustan o se deleitan, según sea el gesto que exprese. El adulto se da cuenta de que es una máscara: no se lo cree. Lo mismo se aplica a la vida: no siempre lo que reluce es oro… Si envidiamos una persona, cuando creemos que todos tienen algo que a nosotros está vedado, estamos viendo sólo lo aparente. Si nos dejamos engañar por lo visible, dejamos de percibir la Verdad.

 

 

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