¿Porqué reaccionamos tanto a ciertas cosas? ¿Qué hace que, por más que nos lo propongamos, no haya forma de actuar de otra manera? ¿Porqué siempre me irrito con las mismas cosas?
Hemos quedado que esta parte que juzga y cree que hace las cosas bien o las hace mal, el que se cree separado y solo, es el Ego… Sin embargo, del ego no podemos prescindir, lo necesitamos para vivir, para constatar, para tomar decisiones. ¿Cómo vivir sin tomar decisiones y juzgar si algo es bueno o malo, conveniente o no, constructivo o destructivo? Es nuestro juicio el que no da un rumbo.
La gran diferencia consiste en juzgar reaccionando emocionalmente o juzgar constatando los hechos, poder actuar sin mezclar en ello los sentimientos. Siempre doy el “ejemplo del cenicero”. Es muy diferente que veas un cenicero sucio, decidas que huele mal y no convenga dejarlo así, y calmamente, sin gasto de energía innecesaria, lo cojas, limpies y vuelvas a colocar en su sitio. Pero imagínate que el tabaco tiene para ti una connotación emocional(*), quizás porque tu padre/madre fumaba y el olor te recuerda momentos del pasado, o porque tu misma fumes y te culpabilices por ello… o porque tu marido/mujer fume, te preocupe su salud pero por más que intentes que lo deje, no lo logras… Así que imagínate que el mero hecho de ver un cenicero desbordando pitillos malolientes, con esa “sensación de ayer” que produce, hace que por tu estomago suba una irritación que te desborda, irrita, molesta, desquicia. En lugar de sencillamente cogerlo y limpiarlo, te pones a despotricar contra los fumadores, el tabaco, la desconsideración que supone dejar un cenicero en este estado, el molesto olor que deja, la falta de respeto de que justamente a ti, que tanto lo abominas, te toque limpiarlo si no quieres aguantar esta visión tan sucia y antiestética… etc. etc. etc… ¡no consigues parar la rabieta!
Esta es la reacción del ego. No se trata dejar de ver el cenicero, ni dejar de limpiarlo o no. Se trata de tratar las situaciones de la vida sin verte desbordado por reacciones subjetivas, ancladas en el pasado. Un ego purificado(**) no reacciona, simplemente actúa. Necesitamos al ego para actuar, hacer. Pero toda la parte subjetiva, culpabilizadora o culpable, cargada de emociones, corresponde al ego condicionado por nuestras experiencias anteriores: esta es la parte que llamamos “ego”.
Lleva este ejemplo a situaciones de tu vida. Mira porque el “tabaco” en cada momento te irrita tanto y porque reaccionas emocionalmente. Lo mismo puede ocurrir con el dolor, el rechazo, o cualquier emoción incontrolable. Algo que ves, observas o descubres te lleva a situaciones del pasado, y reaccionas gastando una enorme cantidad de energía, en lugar de actuar sin más, directamente, sencillamente.
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Connotación emocional – cuando una experiencia nos impacta, se queda marcada psíquicamente, queda “coloreada” emocionalmente. De ahí en adelante, cualquier información parecida que entre por nuestros sentidos, sea visualmente, auditiva, olfativa, gustativa o táctil, pasará a traer consigo una emoción, sensación o recuerdo corporal, que nos hará reaccionar de determinada forma.
Purificar – Cuando hablamos de purificar, de lo que hablamos es de quitar esta “coloración” emocional. Que el estimulo externo se normalice, que llegue sin connotaciones del pasado ni provoque reacciones, permitiéndonosactuación directa, sencilla, al grano. Cuando no envolvemos las emociones, nuestra actuación es efectiva, directa, sencilla y práctica. ¡El caso de los ratones del cuento que menciono!
Imagen de portada CarballodeTroya